Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su EspÃritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén. (Efesios 3:14-21, RVR 1960)
Me encanta la oración de Pablo para la iglesia de Éfeso. En esta carta, al igual que en las demás, Pablo trata de abordar los retos particulares a los que se enfrenta la Iglesia, las cosas clave que necesitan entender y la forma en que sus vidas deben cambiar para concordar más plenamente con lo que Dios desea de ellos. Pablo sabÃa que tenÃa que abordar todos estos aspectos importantes, pero incluso más que estas cosas, deseaba algo mucho más grande, algo más importante y transformador para sus vidas.
Pablo sabÃa que seguir a Cristo no implicaba simplemente saber qué es lo correcto (ortodoxia) y hacer lo correcto (ortopraxia), sino estar en una relación con Dios en la que el poder de Dios, a través del EspÃritu Santo, actuara en ellos para arraigarlos y cimentarlos en el amor de Dios. Pablo oraba para que Dios habitara en ellos de forma poderosa, siendo el principal fruto de esta presencia su capacidad para conocer la inmensidad del amor de Cristo